En recuerdo a su
persona.
Estaba leyendo un libro y en un párrafo citaba lo siguiente: “Por mucho que queramos no podemos
transgredir la regla de oro. Esta suprema ley universal de causa efecto y
abarca a todos las demás verdades, cualquier cosa en la que pongamos energía,
ya sea un pensamiento, una palabra o un
acto finalmente vuelve a nosotros como un bumerán”.
Mi tía puso trabajo, energía, cariño e ilusión.
Podría escribir un libro sobre ella, hoy solo voy a dedicar
un par de vivencias muy personales.
Vivía en el barrio Hondillo, mi salud no era muy buena y con 8 años, mis padres estaban muy preocupados. Las visitas de D. Emilio eran
frecuentes (un gran médico, de cual escribiré en otro momento). En una visita le acompañaba mi tía Isabel y
lo que iba a hacer era extraerme una muestra de sangre para hacer una analítica.
Lo primero que hicieron fue sentarme en el sillón de la barbería de mi padre, atarme
de pies y brazos, lo que resultó ser una tarea bastante difícil y muy dura para
mí. El médico intentó varias veces pinchar
la vena pero entre sus temblores y mis gritos resultó misión imposible, mi tía
le sugirió intentarlo ella y él no lo dudo, era la primera vez que lo hacia -
seguro que a ella le dolió más que a mí, pero aún más el verme llorar - y con
esa paciencia y las explicaciones que le daba D. Emilio acertó y extrajo la
sangre y de esta manera el doctor
diagnosticó que era acetona.
A esta mujer, todos la recordarán andando por las calles con
un bolsico en el que llevaba jeringas, agujas y medicamentos para atender a los
enfermos a deshoras, así como atendiendo a las mujeres que iban a dar a luz,
haciendo de comadrona.
En su faceta de comadrona, recuerdo un día cuando yo vivía
en una casa en el Reduto - tenia 7 años -, serían las 10 de la noche, no
sabia que pasaba pero se lo que me dijo mi tía: “Pepico vete a mi casa y que la
prima Lola te fría un huevo y patatas”, para mí fue darme un gran premio, en
aquellos años se valoraba más ese suculento manjar. Corrí hasta la casa de mi
tía y se lo hice saber a mi tío Antonio y a mi prima Lola. Ellos sabían más y
se pusieron a hacer la comida y a mí lo prometido, comimos los tres.
Mi tío Antonio como mi prima se pusieron a jugar conmigo para
entretenerme hasta que llego mi tía muy contenta y alegre. Me dijo: “Pepico ya
tienes una hermanita”. Recuerdo que me abrazaron los tres y nos fuimos a mi casa, donde estaba mi madre,
mi padre y mi hermana María Angustias, a la que todos conocéis y a la cual llevo en mi sangre y en mi corazón.
Como podéis leer son dos vivencias cuya protagonista es mi
tía Isabel y sus sobrinos Pepe y Mª Angustias, los cuales desde aquí y mirando
al cielo le mandamos un beso a ella, a mi tío Antonio y a mi prima Lola de
parte de toda la familia maternal y paternal, pues se que todos la queremos,
aunque yo sólo sea el que narra estas vivencias.
Familia de Isabel la de Carlota y Antonio el Nene y Lolica la
de Isabel y Antonio.
Pepe el de Angustias. José Molina.