viernes, 23 de noviembre de 2012

Isabelica la de Carlota (1)


En recuerdo a su persona.

Estaba leyendo un libro y en un párrafo citaba lo siguiente: “Por mucho que queramos no podemos transgredir la regla de oro. Esta suprema ley universal de causa efecto y abarca a todos las demás verdades, cualquier cosa en la que pongamos energía, ya sea  un pensamiento, una palabra o un acto finalmente vuelve a nosotros como un bumerán”.

Mi tía puso trabajo, energía, cariño e ilusión.

Podría escribir un libro sobre ella, hoy solo voy a dedicar un par de vivencias muy personales.

Vivía en el barrio Hondillo, mi salud no era muy buena y con 8 años, mis padres estaban muy preocupados. Las visitas de D. Emilio eran frecuentes (un gran médico, de cual escribiré en otro momento). En una visita le acompañaba mi tía Isabel y lo que iba a hacer era extraerme una muestra de sangre para hacer una analítica. Lo primero que hicieron fue sentarme en el sillón de la barbería de mi padre, atarme de pies y brazos, lo que resultó ser una tarea bastante difícil y muy dura para mí. El médico intentó varias veces pinchar la vena pero entre sus temblores y mis gritos resultó misión imposible, mi tía le sugirió intentarlo ella y él no lo dudo, era la primera vez que lo hacia - seguro que a ella le dolió más que a mí, pero aún más el verme llorar - y con esa paciencia y las explicaciones que le daba D. Emilio acertó y extrajo la sangre  y de esta manera el doctor diagnosticó que era acetona.

A esta mujer, todos la recordarán andando por las calles con un bolsico en el que llevaba jeringas, agujas y medicamentos para atender a los enfermos a deshoras, así como atendiendo a las mujeres que iban a dar a luz, haciendo de comadrona.

En su faceta de comadrona, recuerdo un día cuando yo vivía en una casa en el Reduto - tenia 7 años -, serían las 10 de la noche, no sabia que pasaba pero se lo que me dijo mi tía: “Pepico vete a mi casa y que la prima Lola te fría un huevo y patatas”, para mí fue darme un gran premio, en aquellos años se valoraba más ese suculento manjar. Corrí hasta la casa de mi tía y se lo hice saber a mi tío Antonio y a mi prima Lola. Ellos sabían más y se pusieron a hacer la comida y a mí lo prometido, comimos  los tres.

Mi tío Antonio como mi prima se pusieron a jugar conmigo para entretenerme hasta que llego mi tía muy contenta y alegre. Me dijo: “Pepico ya tienes una hermanita”. Recuerdo que me abrazaron los tres  y nos fuimos a mi casa, donde estaba mi madre, mi padre y mi hermana María Angustias, a la que todos conocéis y a  la cual llevo en mi sangre y en mi corazón.

Como podéis leer son dos vivencias cuya protagonista es mi tía Isabel y sus sobrinos Pepe y Mª Angustias, los cuales desde aquí y mirando al cielo le mandamos un beso a ella, a mi tío Antonio y a mi prima Lola de parte de toda la familia maternal y paternal, pues se que todos la queremos, aunque yo sólo sea el que narra estas vivencias.

Familia de Isabel la de Carlota y Antonio el Nene y Lolica la de Isabel y Antonio.

Pepe el de Angustias. José Molina.             

3 comentarios:

  1. Preciosa y emotiva historia. Durante nuestra existencia hay personas que nos marcan para siempre y su recuerdo sigue vivo en nosotros, gracias por compartirlo.
    Un abrazo.

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  2. La mujer que más disfrutó en Benínar.
    Nadie disfruta más dando de lo que tiene.
    ¿Cuando disfruta un hortelano, vendiendo, tentitabntas cajas o cuando acude un amigo al huerto o invernadero y le regala una sola caja?.
    La Niña Carlota disfrutaba a la par de todos los beniner@s que cuando estaban enfermos se recuperaban y se ponían buenos, ¿Quien si no como ella para intervenir en su mejoría?.
    Yo creo que los benineros cuando la salud se descrebajaba antes acudían a San Roque pero después a don Emilio y a la Niña Carlota.
    Creo que ambos pusieron a los benineros en el siglo XX con todas las reglas de higiene que requería una población.
    Una gran mujer y una mejor madre.

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  3. Durante mi infancia, conocí bastante a tu tía Isabel debido a la amistad de mi hermana pequeña con tu prima Lola. Hubo temporadas que cada noche a la salida del rosario nos pasábamos un rato por su casa, para que las "niñas" hablaran de sus cosas. Luego llegó D. Francisco y las veladas se hicieron todavía más divertidas con sus ocurrencias.
    Recuerdo a Isabel riñéndole al cura, cuando en el sermón se "metía" con algún-a feligresa (por cosas que yo no entendía por mi edad).

    He visto ahora el estupendo comentario que Paco hizo en su día sobre tu tía,y creo que se quedó corto.

    Sobre Isabel habría mucho que hablar y contar. Hizo tanto bien durante su vida, que es de justicia contar y alabar todas sus buenas obras.

    En Benínar existieron personas que con el paso del tiempo y mientras las sigamos recordando se están convirtiendo en personajes.

    Si alguna vez a alguien se le ocurre homenajear a aquellas personas tan serviciales y que hicieron bien a todo el mundo, Isabel, por justicia, tendría que encabezar esa lista.

    Pepe, a ver cuando te animas y escribes la segunda parte.

    Saludos, Juan Gutiérrez.

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